Gianni Rodari

Gianni Rodari

Escritor italiano de libros infantiles nacido en Omegna. De padres panaderos, fue criado por una nodriza y con 9 años enviado a vivir con su tía. Permaneció hasta los 14 años en un seminario, obteniendo más tarde una beca para seguir estudiando, aunque siempre quiso ser músico. Se ganó la vida dando clases particulares y cuando Italia entró activamente en la II Guerra Mundial, Rodari fue rechazado por el ejército debido a su mala salud. Continuó con su carrera de maestro hasta que, a través de su vinculación con el Partido Comunista Italiano, comenzó a vivir del periodismo, editando el periódico Cinque Punte y siendo director de L`Ordine Nuovo de Varese. A través de este ejercicio de un periodismo comprometido, Rodari llegó a la literatura. Al principio firmó con el seudónimo de Francesco Aricocchi, con el cual publicó una recopilación de leyendas populares, Leyendas de nuestra tierra, y dos cuentos de corte fantástico, El beso y La señorita Bibiana. Posteriormente, siendo cronista del periódico L'Unitá, descubrió su vocación de escritor para niños. De allí nacen sus primeras filastrocche, coplas y retahílas cargadas de humor, ligadas a la corriente de la poesía popular italiana, las cuales tienen tanto éxito que son reclamadas por los lectores grandes y chicos. Desde entonces publicó más de una veintena de libros en los que combina magistralmente el humor, la imaginación y la desbordante fantasía con una visión crítica, no exenta de ironía, del mundo actual. Entre sus libros destacan El libro de las retahílas, Las aventuras de Cipollino, Jip en el televisor, Cuentos por teléfono, Gramática de la fantasía, Cuentos escritos a máquina, Cuentos para jugar, La góndola fantasma, Gelsomino en el país de los mentirosos, Las aventuras de Tonino el invisible, Los enanos de Mantua, Ejercicios de fantasía y Los traspiés de Alicia Paf. En 1970 recibió el máximo galardón al que un escritor para niños puede aspirar, el premio Andersen. El hecho de que desembocara en la literatura infantil a partir del periodismo, y no de la pedagogía, incide directa y favorablemente en su obra. En ella hay que descubrir todo el potencial liberador y verdaderamente revolucionario de su propuesta. Acercarnos al hombre vital y comprometido, al político, periodista, pedagogo y escritor que hizo de la palabra su acción.

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