Mitos contrarios a la parentalidad positiva


 
 
Mitos contrarios a la parentalidad positiva

*Con los niños pequeños no se puede dialogar porque no entienden, por eso el cachete es lo más efectivo

Los órganos que intervienen en el habla, al nacer, no están preparados para funcionar aún pero el cerebro “emocional” del bebé ya procesa estímulos de este tipo. Antes de adquirir la capacidad de expresarse o entender totalmente el lenguaje hablado (a partir de los 36 meses su entendimiento es casi total), captan perfectamente la intencionalidad del mensaje que le transmites a través de los códigos de comunicación no verbales: los gestos, las expresiones faciales y el tono de la voz de sus padres. El niño o la niña pueden comprender si haces un esfuerzo para adaptar tu lenguaje y tus mensajes y establecer un diálogo con él.

*El cachete no es violento y a los niños se les olvida enseguida
El cachete, tirón de pelo, zarandeo, el insulto, la amenaza, avergonzarle ante otros por su comportamiento, decirle que dejarás de quererle porque no hace lo que quieres, son las tácticas más comunes que algunos adultos emplean para educar a los niños y las niñas cuando no disponen
de herramientas de comunicación adecuadas y tampoco se paran a pensar en el impacto que esto tendrá en el desarrollo de sus emociones. Imagina que tu pareja, amigos, familiares o compañeros de trabajo actúan de esta manera contigo cada vez que te equivocas o haces algo de lo que no
puedas sentirte orgulloso.

Nuestros sentimientos no difieren mucho de los que experimentan los niños y las niñas, salvo en algo muy importante: nosotros sabemos dónde está el límite de lo que es real y lo que no. En la edad adulta disponemos de herramientas para manejar la humillación, la tristeza, el dolor y la rabia a lo largo de nuestra vida, mientras que un niño o niña no dispone de esta autoprotección. Además, el cerebro procesa y gestiona emociones primarias: miedo, alegría,tristeza o ira desde que nacemos. La experiencia de las emociones vividas genera asociaciones, huellas o memorias
implícitas de gran carga emocional. Estas huellas, incluso cuando se generan en la edad más temprana, influirán en la forma en la que cada individuo vive las emociones, su tendencia a experimentar un tipo de emoción o en la forma de reaccionar ante ella.

*A mí me pegaron de pequeño y no tengo ningún trauma
No podemos saber cómo seríamos si nos hubiesen educado de otra forma. Tal vez, a lo largo de nuestra propia infancia hemos recibido mucho amor, pero también nos hayamos llevado algún azote, cachete, insulto o desaprobación humillante por parte de nuestros padres y esto no nos
parezca algo malo ni traumático. Pero no debemos asumir como natural la convivencia de amor y violencia. Siempre podemos hacerlo mejor y más aún aprovechando el conocimiento recopilado en estas últimas décadas sobre modelos efectivos de crianza de acuerdo al desarrollo emocional y cognitivo de los niños.

*Cuando un niño sale “torcido”, el azote es la única manera de corregir
Quienes justifican el uso del castigo físico con los niños suelen pensar que el niño “no entiende el lenguaje” o “el niño es incapaz de pensar por sí mismo”. Lo normal con este razonamiento es usar el sistema de premios y castigos (la amenaza, el insulto o cachete) porque según este enfoque, los niños o las niñas, al igual que las mascotas, no tienen otra forma de entender. Esta actitud refleja la falta de conocimiento de los niños, de su evolución y desarrollo, de sus capacidades y emociones. Es también el resultado de cierta prepotencia ante los niños, falta de respeto y empatía y
carencia de habilidades o herramientas por parte del adulto.

*Un cachete a tiempo evita males mayores
El niño y la niña, en torno al año, empieza a desplazarse por sí mismo y necesita explorar el mundo que le rodea, tocarlo todo, pero se encuentra ante muchos peligros de los que no es consciente. En estos casos, se justifica la utilidad del cachete porque interrumpe la intención del niño hacia el objeto o acto peligroso, basándose en la asociación negativa: tocar o hacer es igual a susto o dolor. El niño o la niña necesita experimentar mediante el ensayo-error, probar y conocer mediante los sentidos, para que sus capacidades intelectuales se desarrollen. Evitar este impulso castigando es contradictorio y, en la mayoría de las ocasiones, inútil porque el interés por conocer su entorno es más potente que la amenaza del castigo.
Es responsabilidad del adulto fomentar la curiosidad innata del bebé y al mismo tiempo evitar exposiciones a posibles daños: no dejar productos químicos, medicinas u objetos punzantes a su alcance; poner protectores en los enchufes; tener cuidado con electrodomésticos encendidos. Es muy
importante que estés siempre vigilante desde la distancia, pero también que le permitas desarrollar su autonomía mientras realiza sus incursiones y exploraciones.

 

Fuente:¿Quién te quiere a ti? - Guía para padres y madres

 

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