La escolarización de los niños y de las niñas procedentes de la adopción

 

 

La escolarización de los niños y de las niñas procedentes de la adopción.


Montserrat Alguacil de Nicolás,
Doctora en Pedagogía. Profesora titular y directora del Grado en Educación Primaria de la facultad de ciencias de la educación Blanquerna de la Universitat Ramon Llull (Barcelona)

Diversidad en la escuela

En una sociedad plural y diversa, la escuela también es un espacio donde la heterogeneidad es uno de los rasgos principales. Hace ya tiempo que nuestros alumnos hablan con acentos diversos y proviene de entornos y modelos familiares variados. El futuro, el mañana,  depende en parte de los docentes, de cómo respondan ante los retos actuales.
Dada las altas cifras de niños que se han adoptado en nuestro país en la última década, es probable que, entre los alumnos de un clase haya alguno procedente de la adopción.

El niño y la niña adoptados cuando llegan a su nueva familia ya han comenzado su camino vital y llevan consigo una historia, han experimentado una serie de vínculos y  rutinas previas que forman parte de ellos mismos y de su identidad, la calidad de todas estas experiencias, según la edad, habrá ido estructurando su psiquismo. En todos los casos, en mayor o menor medida, el menor ha vivido la frustración que comporta el abandono. Esta especificidad de los menores procedentes de la adopción hace aconsejable analizar qué elementos se han de tener en cuenta en su escolarización, ya que los menores adoptados presentan algunas características concretas que inciden en todos sus ámbitos vitales, entre ellos el de la escuela.

Características específicas de los niños y niñas adoptados

En general podemos decir que los niños y niñas procedentes de la adopción han sufrido privaciones importantes en momentos claves de su desarrollo: la carencia afectiva, la falta de atención y de estimulación, la institucionalización, etc. (Alguacil, 2008). Todos estos factores condicionan, de alguna manera, su personalidad, sus aprendizajes y su visión del mundo.
 
  • El abandono:
 Que un niño o una niña puedan ser adoptados quiere decir que previamente sus padres biológicos han renunciado a ellos, se les ha tenido que retirar la guardia y custodia o han fallecido. En cualquier caso, la situación comporta abandono y una ruptura del vínculo que se teje, en algunos casos, incluso antes del nacimiento.

Precisamente, una de las complejidades de la adopción deriva de los múltiples abandonos que el menor ha sufrido: padres, familiares, orfelinatos, cuidadores e incluso país. La falta de una relación estable con una figura maternal/paternal en los primeros años de vida provoca en el niño un sentimiento de frustración que puede repercutir en su vida relacional posterior.  

  • La institucionalización
 El recorrido vital de los niños que se dan en adopción puede ser diverso: algunos han vivido algún tiempo con su familia biológica pero en ambientes desestructurados y, en algunos casos, sufriendo maltratos. Posteriormente, han estado institucionalizados porque la familia ha perdido su tutela. Otros  han vivido con su  familia biológica con figuras referenciales que les han proporcionado los cuidados y el afecto básicos, pero después han estado propuestos para ser adoptables por circunstancias familiares o sociales diversas como una fuerte crisis económica o la muerte de los padres. También, algunos proceden de vivir algún tiempo con familias de acogida.

En muchos casos los menores sujetos a un proceso de adopción han estado un tiempo en un orfelinato. Los niños que han estado institucionalizados presentan una huella derivada de las condiciones del centro de menores en el que han vivido. En general, la vida en un centre de menores comporta una determinada manera de relacionarse y un tipo de vínculos afectivos muy diferentes a los que se producirían en un ámbito familiar, ya que está organizado en función de las necesidades del colectivo y no del bien individual (Alguacil y Pañellas, 2009).
Teniendo en cuenta la especificidad que presentan los niños adoptados, es importante que los maestros entiendan la problemática que pueden presentar los menores procedentes de la adopción para poderlos integrar en la escuela y estimular sus aprendizajes (Alguacil y Pañellas, 2009).

En general, es recomendable que el niño no inicie su escolaridad hasta que esté adaptado a la familia y haya efectuado un vinculo de apego hacia sus padres.. El niño necesita estar seguro de que lo quieren y no lo volverán a abandonar. Esto va muy relacionado con la edad de la adopción y con las vivencias anteriores del niño que normalmente desconocemos.
Cuando el niño ya está bastante adaptado a su nueva familia es mejor que empiece a ir a la escuela progresivamente, es decir, pocas horas al principio, ya que mucho tiempo en la escuela puede hacer revivir la posibilidad de volver a ser abandonado. Por otro lado, también es aconsejable no prolongar excesivamente su horario escolar realizando muchas actividades extraescolares. Los menores han hecho un gran esfuerzo de acomodarse a un nuevo entorno, y en los casos de la adopción internacional, a un nuevo país, idioma, cultura…

Escolarización

A veces, aparentemente, los pequeños adoptados se adaptan de una manera muy rápida a la escuela: no lloran al separarse de sus padres, son obedientes, … estas manifestaciones, en ocasiones, se relacionan con la pasividad y conformidad. Como estos niños y niñas están acostumbrados a cambiar de contextos se muestran resignados. En otros casos el niño siente un pánico atroz a tener que compartir su mundo con más niños y con adultos nuevos. Sea como fuere, es importante que el tutor se muestre muy próximo al niño, que lo acepte tal como es y que le de seguridad.
Es necesario evitar las situaciones escolares que provoquen en el niño o niña ansiedades y miedo al abandono, por tanto es conveniente establecer una rutina en el aula e intentar que permanezca en el aula el mayor tiempo posible el tutor o tutora.
 
También en la educación infantil, o en general cuando los niños han sido adoptados recientemente, una excursión o convivencia puede producir en ellos una gran angustia y un miedo al abandono, por eso se debe preparar bien la salida y recordar de forma insistente que es un viaje de ida y vuelta. En ocasiones es mejor que el niño no participe en la primera salida que se haga durante el curso y que compruebe por si mismo que sus compañeros de clase que han salido en un autocar vuelven al colegio.

Algunos profesores comentan que, a menudo los niños pequeños que han estado recientemente adoptados, al principio se muestran aterrorizados y se aferran a ellos como un "monito" y, no soportan que se ausenten. En estas situaciones es importante que  se sitúe al niño o niña lo más cerca posible del profesor/a y siempre en su campo de visión, para que el pequeño no pierda nunca la presencia de su referente, de su profesor/a. Incluso si es posible, sería aconsejable que el tutor/a estuviera presente, al principio, en algunas de las actividades que hace el niño con otros profesores especialistas.
En ocasiones los menores procedentes de la adopción, pueden presentar algunos trastornos de conducta (por ejemplo, agresividad, falta de autocontrol, hiperactividad, …) que se pueden interpretar como manifestaciones adaptativas o patológicas. Conviene tener paciencia, tener una relaciones fluida con la familia (nunca culpabilizadora, sino colaborativa), no tender a etiquetar ni a relacionar todo con la adopción. En caso necesario, se puede pedir ayuda profesional.
Una vez integrado a la escuela es necesario respetar la singularidad e intimidad de cada niño. Los maestros han de explicar que existen diferentes tipos de familias y no hacer juicios de valor, teniendo mucho cuidado de, en el caso de la adopción, no hablar de "padres verdaderos" sino de progenitores, los padres son los que viven con el niños, los que lo han adoptado. También se puede explicar, de manera general, sin personalizar, que es la adopción. A veces, los padres no pueden cuidar a su hijo y deciden buscar buenas personas que le hagan de padres. Es esencial transmitir a todos los niños que las razones por las cuales una familia renuncia a cuidar al hijo que ha tenido nunca tienen su origen en nada que la criatura hubiera hecho ni en su modo de ser.
Como siempre, quizás el momento más álgido es el de la adolescencia, el alumno construye su identidad y se formula un sin fin de preguntas, cuestionándose a sí mismo y a sus padres. Si además, como ocurre a menudo en la adopción internacional, los niños son de otra etnia, les costará más identificarse con sus iguales y entenderán que cualquier comentario xenófobo es un ataque personal contra él.

En estos casos la tarea preventiva es muy importante. El diseño de actividades que resalten el valor positivo de la convivencia interracial y la adopción internacional ayudará a la integración del niño/a. Entre los objetivos a trabajar destacan  (Alguacil, 2011; Alguacil y Pañellas, 2005).

  • Ayudar a integrar y construir su personalidad adoptiva.
  • Estimular la autoestima, resaltando lo que saben hacer.
  • Tener unas expectativas académicas reales.
  • Establecer un clima de comunicación y diálogo para que se pueda hablar abiertamente de la adopción.
  • Generar recursos y buscar ayuda profesional en caso necesario.
Referencias bibliográficas:

Alguacil, M. (2011). Estudio de la relación niños adoptados, familia y escuela. En Riart y Martorell (coord.) La Psicología de la Educación: Espacios de Trabajo, 9-23. Barcelona: ISEP

Alguacil, M.; Pañellas, M. (2010). La perspectiva dels mestres sobre l'adaptació i la integració dels infants adoptats a l'entorn escolar. Aloma, 27, 151-180

Alguacil, M; Pañellas, M. (2009). L'adopció. Barcelona: UOC.

Alguacil, M. (2008). Después de la adopción. En Riart (coord.). Nuevas propuestas en el trabajo del psicólogo de la educación, 119-132. Barcelona: ISEP

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