“No existen los «disléxicos» sino niños que tienen dislexia”


  Cuando uno busca información sobre dislexia suele ver imágenes como una letra al revés, por ejemplo. ¿Siempre es así? 
  El problema de dislexia no tiene que ver con la percepción, por lo menos en lo que se está estudiando por el momento, donde se está apoyando más la idea de que tiene relación con áreas cognitivas sobre todo en lo que llamamos el procesamiento fonémico, es decir que el niño no capta en una lengua tan transparente como es el español que cada uno de los grafemas representa un sonido y viceversa. Se enmarca más como un problema del neurolenguaje que como una dificultad visoespacial. Es decir que no todo niño escribe en espejo, ni todo niño que escribe así tiene dislexia, porque puede hacerlo solo al inicio de la escritura y luego ya no. 

Se habla de un tratamiento que deben seguir. ¿Puede entonces decirse que es un trastorno   reversible?
En general a los padres no les interesa tanto saber el diagnóstico del niño sino más bien el pronóstico, es decir si va a avanzar y cómo. En ese contexto hay cinco variables que se pueden tener en cuenta a la hora de hacer un diagnóstico del niño. Una de ellas es el grado de gravedad, lo que no quiere decir que un niño que tenga un resultado grave no podrá seguir con el orden escolar, pero sí hay que saber que se le deberá suministrar lo que llamamos apoyos o prótesis para que el mismo pueda evolucionar. Uno de ellos es que alguien le lea, o que el docente le permita hacer las evaluaciones en forma oral, ya que como dijimos los niños con dislexia en realidad adquieren conocimientos pero tienen muchos problemas al momento de expresarlos. Por tanto como la lectoescritura es instrumental para otros aprendizajes, si no se trata a tiempo poco a poco se va transformando en un problema general.

¿Hay algún ejercicio práctico que los padres puedan realizar en sus casas para ayudar a los niños?
 Primero hay que tener en cuenta que no existen “disléxicos”, existe un niño que tiene dislexia. Entonces hay que hacer una especie de programa personal para cada niño y la entidad educativa es la que debe hacer una guía personal para esos papás. Lo que sí puede dar uno como general son una especie de señales respecto de cómo actúa un niño con este trastorno. Por ejemplo son pequeños que no tienen por sí mismos ningún tipo de acercamiento a la lectoescritura porque comienzan a manifestar un rechazo hacia ella; ya desde pequeños les cuesta mucho decir su nombre; tienen problemas con las rimas, los días de la semana, los meses. “Ahora –aclaró–, en lo que refiere al propio accionar de los padres respecto al niño, no es algo que aliento porque la dislexia es personal y en tanto ni siquiera se puede hablar de subgrupos sino de personas con historias particularizadas. Hay que ver cuándo se detectó el problema; si hay antecedentes en la familia; si los padres le dieron importancia al problema del niño de forma inmediata o no; si el pediatra lo derivó a quien correspondía o dilató ese paso; si el chico en edad preescolar mostraba características faltándole lo que llamamos conciencia fonémica al no saber, por ejemplo, dividir en sílabas. Por eso especialmente hay que derivar el despistaje temprano hacia los profesionales, docentes y pediatras”. Es en esta línea y haciendo foco en lo que a tratamiento representa, el neurólogo infantil manifestó: “Desde hace muchos años que atiendo niños con trastornos del neurodesarrollo y en el caso de los pequeños que tienen dislexia hay que decir que el avance del tratamiento debería ser con una frecuencia muy seguida pero en el corto tiempo. Por ejemplo, hacer cuatro sesiones a la semana durante tres meses es mejor que una sesión de 45 minutos por semana en cinco años, pero por supuesto esto es en general, cada chico debe ser tratado en lo particular”.

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